Todo empieza en un verano aburrido, en la casa del lago de vuestros abuelos con una guitarra y algunos elementos que sobraron de Carnaval y acabáis tocando en el Cocahella sin daros cuenta, así que cuidadito.
Decidido, este verano monto un puesto tan cuqui y tan vintage como este en el que se diversifica el negocio y ofrecemos limonada casera, tatuajes (calcamonías, en su defecto) y galletas para perros, que no se diga que no tengo visión empresarial.
Lo de las cazadoras tejanas con flecos de antes debería de haber ardido en el infierno de los años 90 y no volver nunca más a chingarnos la existencia.
O para esos preadolescentes que descubrimos el Nickelodeon cuando nuestros padres pusieron el satélite digital en casa o que pudimos rascar Los Rugrats en la Forta.