Hola, corazones:
Hoy os voy a contar una media hora de mi vida, media hora de mi vida que me querían robar, de esas que, una vez te las quitan, jamás vuelven a ti; de esas medias horas que la vida, al final de tus días, te la tendría que devolver como balance y como ajuste de cuentas. Esta es una historia totalmente realista y costumbrista, no me pongo como pseudónimo Andrés Hurtado porque mira, yo que sé, me habéis pillado de buenas y también porque soy una chica y quedaría medio raro.
Ocurrió el viernes pasado. Mi Santo (así llamo a mi pareja) y yo salimos de nuestros sendos trabajos a las 13:30h y nos fuimos corriendo como si no hubiese un mañana, que no lo había, a la oficina de un banco (del cual no diré el nombre por no mencionar a la competencia) para hacer una f***ing transferencia. Mi Santo, que es muy bueno, si no, no le llamaría Santo (y yo más, porque le acompañé) pero es un poco 1.0, no tiene banco online ni nada de eso molón, así que se tiene que plantificar cada cierto tiempo en una de esas oficinas.
Pues bien, llegamos y había unas 14 personas delante, lo que viene siendo un papel rosa con tu turno de esos que coges en la carnicería con el número, pongamos que 0034 y en el marcador las lucecitas dibujan un 015. En ese momento, mi Santo con su santa paciencia, se desconecta y se pone a meditar. Yo, empiezo a sentirme así:
Así me siento esperando en la cola de una oficina de un banco
Como, por suerte, no estamos en los años 60, desenfundo el smartphone en 0′ 2 segundos (tengo que practicar para bajar mi marca) y decido entrar a mi Banco Digital con el móvil, que, aprovecho el momento para meter la cuña, se llama Self Bank, a ver cuántas cosas me da tiempo a hacer mientras se lleva a cabo esa cola y esa transferencia.
Me voy a comprar esto para desenfundar mi smartphone más rápido
¿Por qué? porque soy una tía que es que soy la pura esencia del «selfiter«. ¿Y qué es eso? os preguntaréis, mentes modernas e inquietas. Pues el «selfiter » significa que te gusta hacer las cosas a tu bola, cuando te place, sin intermediarios, desde el sofá, mientras te tiñen el pelo lila, sólo utilizando tu móvil, tu tablet o cualquier dispositivo que se haya inventado y comercializado después del 2011. Y rapidito.
Pues bien, durante la eternidad y un día de la cola y lo que le llevó a la señora cajera de la oficina con cara de acelga y que no paraba de toser, a la que se le colgó el ordenador unas 4 veces y tuvo que repetir la transferencia otras 4, yo entré a mi banco online, consulté mis movimientos, revisé las alertas, envié dinero a un contacto tan sólo poniendo su número de teléfono o su e-mail, eché un vistazo a cómo iba el mercado financiero en general y por poco invierto en bolsa. A mí hay que pararme los pies de vez en cuando. Ah, y aún me dio tiempo de leerme 2 horas atrasadas de mi TL de Twitter y hacer un par de RT.
Así que mirad, me voy a presentar al premio #hazloatumanera, que celebra Self Bank dentro de poco y valora aquellas personas que son un ejemplo de 2.0 y que hacen las cosas bien y triunfan en un entorno digital. Me lo merezco.
¿Os he dicho que, además, ha sido elegido mejor banco online en atención al cliente 4 años seguidos? ¡Si es que sólo le falta decirme guapa cuando abro su app y lanzarme flores!
Pues eso, que os animo a que echéis un vistazo a este banco digital y ya me contáis qué os parece.
Un abrazaco (digital, también, of course)
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